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Navegando en el Cielo

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Hace un tiempo que siento la necesidad de compartir una de las experiencias más bellas que me pasaron recorriendo el maravilloso camino de la fotografía.

Desde el primer instante, hasta el último hecho todo se fue sucediendo de manera casual y fortuita no obstante yo estoy convencido que aquellas capturas que vienen del alma y que despiertan fuertes sentimientos tienen una magia muy especial tanto y tan fuerte que el destino parece no obrar al azar sino guiado por alguna fuerza muy poderosa que nos abraza y nos alienta a continuar.

Recuerdo esa tarde de invierno, gélida y llena de magia. Dios nos regaló la gracia de un viento apenas perceptible, una rareza en nuestra ciudad. Nos dirigimos al viejo muelle de Pesca de General Daniel Cerri, con la marea en su punto más alto y una calma que trascendía, fundiendo los colores del atardecer en la superficie del agua.

La soledad se apoderaba de todo, salvo por la presencia de Laura, mi compañera de vida. Juntos, nos refugiamos del frío con mates calentitos, olvidándonos del mundo a nuestro alrededor.

De pie en el viejo muelle de madera, después de capturar algunas fotografías, mis ojos se posaron en los barcos encallados. En ese momento, el deseo ferviente de ver un bote navegando por esas aguas mágicas se apoderó de mí. Y entonces, como si estuviera inmerso en un hermoso sueño que jamás se olvida, todo comenzó a tomar forma.

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Un pequeño grupo de personas, familiares y amigos hizo su aparición en el horizonte. Con entusiasmo desbordante, colocaron un motor en un pequeño bote y ocurrió un milagro: surcaron los cielos líquidos. Aunque solo yo veía esa maravilla, mi imaginación se desbordaba y daba rienda suelta a la fantasía.

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En un instante de distracción, después de tomar varias fotografías, noté a alguien familiar a mi lado. Era un antiguo y querido cliente de nuestra empresa familiar, a quien no veía desde hacía mucho tiempo. Hoy, por obra del destino, se encontraba allí junto a esas personas. Mantuvimos una conversación animada y, cuando los afortunados navegantes atracaron en el muelle, nos presentaron. Para mi asombro, uno de ellos resultó ser el hijo de un gran amigo de mi padre, con quien compartíamos recuerdos imborrables.

Aquella tarde se volvió mágica, llena de encuentros fortuitos, y el destino aún tenía más sorpresas guardadas para nosotros. Días después, decidí compartir una de las fotos en las redes sociales, y un familiar de uno de los protagonistas de esta historia se identificó en ella. Con gran satisfacción, me solicitó una copia, un gesto que inundó mi corazón de alegría.

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Unos meses después, recibí una noticia extraordinaria en mi correo electrónico. Gurushots, una plataforma de fotografía que congrega a miles de participantes de todo el mundo, seleccionó una de mis fotografías para ser impresa y exhibida en dos prestigiosas galerías europeas. Una de ellas se encontraba en el Studio Galerie B&B en París, Francia, y la otra en el Valid World Hall en Barcelona, España.

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"Navegando en el Cielo"

Fotografía seleccionada para exhibición.

Todo esto aconteció en medio de la desgracia que asolaba al mundo: la pandemia del COVID-19. La exposición en París se llevó a cabo de forma virtual, pero en Barcelona, tras múltiples aplazamientos y con precauciones extremas, finalmente se materializó en un breve respiro otorgado por la pandemia.

El 21 de junio de 2020 quedará grabado en mi memoria. Era el último día de la exposición, y se me ocurrió la idea de que alguien pudiera visitar el salón, realizar algunas fotografías como recuerdo y, tal vez, incluso retirar mi obra. Contacté a una amiga fotógrafa en Barcelona, pero estaba en viaje de trabajo.

El tiempo se agotaba inexorablemente antes del cierre del salón, y todas las obras no reclamadas serían descartadas. Fue entonces cuando recordé las palabras de un gran amigo, quien me contó que su sobrino vive en Barcelona hace algunos años. Sin perder un segundo, lo llamé y le compartí mi situación. Gentilmente, se puso en contacto con Matias (su sobrino) a través de WhatsApp, y él se ofreció a visitar la galería en mi nombre y rescatar mi obra.

Todo ocurrió en un abrir y cerrar de ojos. Tuve que enviar una autorización al responsable de la exposición para que Marcos, pudiera retirar mi obra. Aunque lamenté no poder estar presente en persona, cada detalle fue documentado en fotografías. Gracias a la generosidad y bondad de las personas en este maravilloso mundo, pude disfrutar de un recorrido virtual y sentir la emoción de ver mi obra en una galería de arte.

Después de casi tres años, la fotografía finalmente encontró su lugar en la pared de mi oficina y esto fue posible gracias a mi querido nieto, Francesco, quien en aquel momento se encontraba en España, viajó con alegría a Barcelona para recuperarla de manos de Matías. Cada vez que la miro, siento una profunda emoción y gratitud.

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En conclusión, las experiencias más bellas de la vida a menudo se desencadenan de manera casual y fortuita. Aunque parezca que el destino juega un papel importante, la verdadera magia radica en las conexiones y emociones que surgen del alma y cuando seguimos nuestra pasión y capturamos momentos llenos de significado, abrimos la puerta a encuentros inesperados y oportunidades extraordinarias.

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